Los desafíos sanitarios que
plantea la pandemia son
enormes y están profundamente
relacionados con las
desigualdades existentes.

Según un informe reciente de la ONU más de 1.000 millones de personas viven en asentamientos informales, donde carecen de una vivienda adecuada, agua corriente y baños apropiados.

Los grupos indígenas
están particularmente expuestos a los riesgos , al igual que las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero, queer e intersexuales (LGBTQI+), que están denunciando mayores niveles de violencia, aislamiento social y ansiedad, así como dificultades para acceder a tratamientos contra el VIH y servicios médicos de afirmación de género.

La pandemia ha diezmado la ya de
por sí frágil economía informal.
Se estima que los ingresos de la
mitad de la población activa del mundo

unos 1.600 millones
de personas

podrían reducirse en un

60%

ONU-Mujeres estima que

243 millones
de mujeres

han sido sometidas a violencia sexual o
física por parte de sus parejas en el
último año y que es probable que esa
cifra aumente este año.

Según la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (UNESCO),
la pandemia ha interrumpido la
instrucción formal de más de

80 millones
de niños y niñas.

Además, quienes no tienen acceso a Internet se
encuentran especialmente en desventaja.

Vivimos en un mundo con una pérdida masiva de ingresos generalizada e incertidumbre sobre el futuro. Los primeros informes sugieren que aumentarán

la soledad
el estrés
la depresión
la ansiedad
el consumo nocivo
de alcohol
las drogas
las autolesiones
el suicidio

especialmente entre los trabajadores sanitarios de primera línea.